Son decenas las propuestas a favor de los indígenas y de la ecología que plantea el documento final del Sínodo de Obispos sobre el Amazonas, que concluyó con una misa celebrada por el papa Francisco el pasado domingo en la basílica de San Pedro. Pero no son pocas tampoco las críticas que ha desencadenado de parte de los sectores más conservadores de la Iglesia.
El texto brega por una “opción preferencial por los pueblos indígenas” e incluye, entre muchas otras cosas, el reconocimiento de la sabiduría indígena sobre la biodiversidad, la necesidad de definir el “pecado ecologico”, el compromiso de defender los derechos humanos y las críticas a las empresas que explotan la región. Pero lo que más polémicas desató hasta ahora fueron sin duda las dos propuestas referidas a hombres y mujeres de esas tierras: la ordenación de sacerdotes indígenas, aunque sean casados, y el diaconado (primer nivel de la ordenación sacerdotal) femenino. Si bien el diaconado femenino no fue aprobado por el sínodo, el documento dice que los obispos se comprometen a seguir discutiendo sobre el tema dado que el rol de la mujer es fundamental en la Amazonía.
Sobre la posibilidad de consagrar sacerdotes a hombres respetados en su comunidad que puedan estar casados, varios obispos que participaron en los encuentros con la prensa explicaron que una de las razones es la escasez de sacerdotes en la región Amazónica. Dadas las distancias existentes entre las comunidades, a veces recorribles sólo por río durante días, los católicos indígenas reciben la comunión tal vez una vez por año, contaron. “El celibato nunca ha estado en discusión, solo se trata de satisfacer las necesidades de esas comunidades”, explicó el lunes a un grupo de periodistas extranjeros el cardenal peruano Petro Barreto, presidente delegado del Sínodo sobre el Amazonas.
Si se lo miraba desde afuera en los 21 días que duró, el sínodo parecía casi una campaña electoral en la que los sectores conservadores de la Iglesia trataban de desencadenar controversias para perjudicar la imagen del papa Francisco. Desde adentro en cambio, las cosas eran muy diferentes, con la participación de 181 obispos de todo el mundo – 114 de ellos de los 9 países amazónicos- de monjas, representantes de otras iglesias cristianas, de expertos y de hombres y mujeres indígenas venidos de América Latina, que hablaron con ternura de su tierra, esta primera vez en la historia de la Iglesia que el Amazonas estaba al centro de la atención mundial.
Los que apuntaban contra el papa Francisco, acusaron al documento preparatorio del sínodo (Instrumentum Laboris) de “herejía” porque proponía consagrar sacerdotes a indígenas casados. Y algunos católicos conservadores, pertenecientes entre otros a la más famosa organización de derecha católica nacida en Brasil y difundida en América Latina, “Tradición, Familia y Propiedad”, organizaron una especie de “contra sínodo” reuniendose en Roma el 5 de octubre y trayendo incluso algunos indígenas que se declaraban contrarios a los que decía el documento sinodal y el papa y denunciando a la Teología de la Liberación que, dijeron, se enseña a los indígenas para evitar el desarrollo de la región.
Pero los conservadores también acusaron de “idolatría” el hecho de que el papa hubiera bendecido a algunas indígenas amazónicas que traían en sus manos unas pequeñas esculturas de una mujer embarazada que representaba la Pachamama (la madre tierra). Esas estatuas, que estaban destinadas a una iglesia cercana a la basílica de San Pedro donde se hizo una muestra sobre el Amazonas, fueron robadas y tiradas al río Tíber como signo de indignación. Pero fueron recuperadas por los carabineros italianos, como anunció el papa Francisco que pidió disculpas a las personas que pudieran haberse sentido ofendidas por aquel gesto despreciable.
El papa Francisco hizo referencia a los cuestionadores del sínodo al concluir las sesiones, el pasado sábado por la tarde, luego de que el documento final había sido votado por los prelados. En ese momento advirtió a los presentes sobre ciertas “elites” que “quieren ir a la cosita y se olvidan de la cosa grande porque no tienen el coraje de estar con el mundo y por eso creen que están con Dios, que no tienen el coraje de comprometerse en las opciones de vida del hombre y creen que así luchan por Dios, que no aman a ninguno y en cambio creen que aman a Dios”. “No caer prisioneros de estos grupos que van a querer saber qué hizo el sínodo sobre puntos pequeños y no sobre las grandes cosas”, advirtió el pontífice.
Fuente: Página12