Escribe José Frías, Profesor en el Instituto de Educación Superior “Miguel Neme”

Docentes de 190 países, desde el nivel inicial al superior, obligados por la pandemia tuvimos que aceptar de un día para el otro el desafío de la educación a distanciaconvirtiéndonos en una suerte de “especialistas” (o en una suerte de youtuber que envía videos de dudosa calidad), colocando a la educación en una situación drástica; a la vez, estudios realizados por el Instituto Internacional de la UNESCO para la Educación Superior en América Latina y el Caribe –IESALC– manifiestan que más de 1.500 millones de alumn@s han sido quitados de cuajo de su hábito de concurrir a las aulas y obligados a quedarse en sus domicilios.[1]
Esta exigencia, provocada por la pandemia, expone con crudeza que muchas de las circunstancias para la educación virtual (educación a distancia) no están dadas sino que las estamos ensayando e improvisando a partir de las pocas condiciones con las que contamos, por lo que, procurar garantizar educación para tod@s se vuelve muy difícil.
En apariencia, parecería que la pandemia eliminó las diferencias sociales mandando a todos tras la pantalla. Pero no necesariamente es así puesto que, muy por el contrario, el uso de las tecnologías visibiliza dificultades profundizando esas desigualdades sociales debido a que, por un lado, la infraestructura tecnológica y la conectividad no son uniformes (eficientísimo tecnológico divorciado de las condiciones reales de existencia) y, por otro, los docentes no estamos capacitados para desempeñarnos, preparar clases y hablar frente a una cámara (que no es tan sencillo como se cree). Es absolutamente obvio que tenemos que aprender pero nadie puede reconvertirse de un momento para el otro, para ello necesitamos tiempo y reflexión para poder afrontar esto.
Así como en la docencia es transversal el ímpetu (iluso y bondadoso) de querer suplir de inmediato la interacción personal por el uso de la tecnología, también lo es la incapacidad digital en una parte importante de docentes y estudiantes. Cada educador (y cada escuela) hace lo que puede. En mi caso, conjuntamente con 197 docentes y 2756 estudiantes distribuidos en 13 carreras del mismo instituto terciario, intervengo en la plataforma del Infod -Instituto Nacional de Formación Docente- (a la que le sumamos otros recursos como el whatsapp, zoom, google doc, facebook, etc). Cada instituto del país hace lo propio con lo que el potencial de la plataforma corre el riesgo de verse desbordado por la demanda.
Pero no quiero ni pensar en aquel profesor de la secundaria (de cualquier materia), que tiene 8 cursos con 30 alumnos en cada uno que, a su vez, se corresponden a 3 o 4 colegios diferentes (que le demandan modos diferentes de trabajar o afrontar la problemática); estamos hablando de 240 alumnos. Es muy probable que ese profesor, como yo, ni siquiera tenga los números de whatsapp de tod@s ell@s. El inconveniente empeora en aquellos lugares privados de electricidad, conectividad o instrumentos; en esos casos el ministerio provee unos cuadernillos empapados con una jocosa y erosiva pedagogía homogeneizadora. En algunas zonas rurales l@s docentes, desplazándose en bicicleta o como pueden, visitan hogares llevando el material didáctico necesario que, en muchos de los casos, los pagan de su propio bolsillo o los confeccionan a mano ell@s mism@s (quijotes anónimos de los que nadie parece acordarse y merecen un capítulo aparte)
Los impedimentos se visibilizan también cuando en el hogar una computadora (si es que hay) debe alcanzar para las tareas de l@s herman@s y el trabajo de los adultos; se sabe que en los hogares más pobres no tienen ni una notebook ni conexión wifi y la vía de acceso a las actividades escolares, es recurriendo a los datos móviles de un celular (si es que lo tienen). Aunque considerables medios destinados para la educación a distancia tienen la ventaja de ser utilizables gratuitamente, aún así, las condiciones socioeconómicas robustecen las asimetrías presentes en la escuela en el trabajo a distancia. Acorde a esto, el Dr. Mariano Narodowski, en “Los docentes desconectados”, mantiene que: el aislamiento logró mostrar que al menos la mitad de los estudiantes argentinos no tiene conexión a internet o lo tiene muy precaria (y cara) con celulares prepagos;[2] por su parte, el IESALC -Instituto de Educación Superior para América Latina y el Caribe-, sostiene que alrededor de un 25% del colectivo estudiantil podría terminar fuera del sistema acrecentando la deserción. Pero, cuando no les proporcionamos alternativas realistas, ¿son los estudiantes los que abandonan la escuela o es la escuela la que los abandona?
El simple hecho de sumar tecnología no asegura excelencia, menos aún si es el único instrumento que, paradójicamente, demanda mayor trabajo (a docentes y alumnos) que en el aula real
La seducción y encanto por la tecnología no debe encandilarnos y creer que conseguiremos los mismos resultados en la escuela que en la casa (y viceversa). Sólo como nota a pie de página, en los resultados de Pisa 2018, las escuelas que trabajaron con computadoras, tuvieron peores resultados que aquellas que no las utilizaron.[3]
Como cierre, resulta interesante tematizar por un momento el término “virtual”: Etimológicamente, proviene del latín «virtualis» y «virtus» que quiere decir poder o virtud. La RAE (Real Academia Española) lo define como aquello “que tiene virtud para producir un efecto, aunque no lo produce de presente; frecuentemente en oposición a efectivo o real”, es aquello que “tiene existencia aparente y no real”, por ejemplo, un holograma. El término, entonces, alude a la fuerza o voluntad para producir algo, aunque no lo realice o produzca.
En o con la cuarentena, todo se virtualiza, menos, las desigualdades. Como vemos, la escuela finge que está cumpliendo su papel y los estudiantes fingen que están aprendiendo. Una hipocresía a distancia.
Fuentes: [1] “La educación continúa”. Disponible en: http://www.iesalc.unesco.org/2020/04/29/iesalc-convoca-a-estudiantes-y-profesores-a-contar-su-experiencia-ante-la-suspension-de-clases-por-la-crisis-del-covid-19/.
[2] Narodowski, Mariano. “Los docentes desconectados”. Disponible en: https://www.eldia.com/nota/2020-4-26-2-13-3-los-desconectados-la-ciudad.
[3] Disponible en:https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/argentina_en_pisa_2018_informe_de_resultados.pdf.